La ganadería vacuna, por su stock, su genética y las divisas que aporta, debe ser «un bien nacional»
Bernardo Cané, cada vez que opina sobre ganadería, hecha luz a una actividad que genera recursos económicos para el país. A través de una nota de opinión publicada por Clarín, el ex titular del Senasa y actual productor y asesor ganadero, a la par de dar un diagnóstico de la situación , también aportó soluciones, que es lo más importante en todo este esquema.
A continuación transcribimos la opinión de Cané publicada en el rotativo porteño:
Una y otra vez nos enfrentamos con el mismo dilema y, casi siempre reiteramos los mismos errores en la búsqueda de su solución.
La carne vacuna se entremezcla desde la fundación de la Argentina, en épocas para su desarrollo territorial, económico, industrial y político y en épocas para identificarla con todos los males posibles del mismo país, y así coexistir sacando ventajas de dicha situación.
La ganadería vacuna, por su stock, su genética, su distribución territorial, su eficiencia en el aporte nutricional y las divisas que aporta debería ser considerado «un bien nacional». Dicen que está en manos de grandes terratenientes, pero los propietarios de los 55 millones de cabezas son más de 230.000 productores de acuerdo al RENSPA (registro de productor ganadero de Senasa). Y los primeros 10 grandes productores no alcanzan a 500.000 cabezas.
La eficiencia productiva deja mucho que desear. Los datos de preñez de las vacas no superan al 65% promedio nacional, los pesos de destete y de faena son también de los más bajos entre los primeros países productores. No es una cadena eficiente y tampoco tiene alta rentabilidad.
No se dispone de un sistema de propiedad e identificación ganadera eficiente. Seguimos usando un sistema, claramente colonial, con marcas y señales, con más de 200.000 marcas que se aplican a fuego y son ilegibles.
En la industria frigorífica coexisten al menos cuatro estándares sanitarios, industriales, tributarios y comerciales, lo que hace que nuestra población está lejos de estar protegida desde lo higiénico sanitario. Hay grandes competencias desleales en los procesos industriales y deslealtad tributario y comercial.
Al nuevo modelo de consumo de proteínas rojas, la caída del consumo de carne vacuna de históricos volúmenes, a los actuales, ha sido muy bien cubierto por el pollo y el cerdo, estando en cerca de 112 kilos por habitante y por año el consumo total de proteína. Lo que muestra que el abastecimiento local, no es un problema.
Ante esta situación, pretender solucionar uno de los temas, como el precio local de la carne, solo con la llave de la cuotificación de la exportación o retenciones profundiza la crisis.
Como fuimos capaces de hacerlo muy exitosamente hace más de treinta años, cuando diseñamos el Plan de Control y Erradicación de la fiebre aftosa en diciembre de 1989, construyendo una ingeniería social desde cada localidad, sus provincias y a nivel nacional, logramos una alianza público privada que hoy sigue con alto nivel de resultados, legitimidad y logros. Debemos encarar esta situación con un plan nacional de ganados y carnes que busque la solución la Identificación individual electrónica, única forma de tener trazabilidad y terminar con el negreo de la comercialización de ganado. Aumentar la eficiencia productiva y peso de faena, pasando de los niveles actuales, a los de Australia. Hoy producimos 3 millones de toneladas de carne y hay que dejar pasar a 4 millones y así dejar de hablar de excedentes de exportación de carnes y planificar exportar un millón de toneladas, sería el 25% de la producción, pero sobre todo volumen de producción.
Además se requiere un standard sanitario mínimo, para todas las plantas de faena y proceso de ganados. Con la fiebre aftosa se logró.
La solución pasa por aumentar la producción en un millón de toneladas. Se puede.