Cada mañana se levanta muy temprano. Se jacta de que “nunca le esquivé al laburo en el campito, porque otra opción no tengo dice”.
Soy productor, vivo en Colonia Pampa Bolsa con mi familia, del departamento Almirante Brown. Después de toda una vida en el campo, no tengo dudas: el INTA es parte de nosotros. Si lo tocan, nos tocan a todos”, dice.

Carlos Farias tiene 52 años cuenta que “en este suelo trabajé, me equivoqué, aprendí, y con mucho esfuerzo saqué adelante a mi familia. Como yo, hay muchos”, dice.
Y si hay algo que aprendimos en todos estos años es que uno solo no puede. Por más voluntad que haya, el campo necesita acompañamiento. Necesita conocimiento, tecnología, información. Y eso, acá nos lo dio el INTA, cuenta.
“El INTA es el ingeniero que viene en camioneta por el camino de tierra para ayudarte con una plaga. Es el técnico que te enseña a sembrar diferente para cuidar el suelo. Es el taller donde los chicos del pueblo aprenden a hacer sus primeros pasos en el campo con otra mirada. Es esa institución que, cuando nadie más aparece, está”, sostiene el productor.
“Por eso, cuando escucho que quieren achicarlo, cerrarlo o debilitarlo, me duele y me enoja. Porque no es una oficina más: es parte de nuestra historia, de nuestra identidad y de nuestro futuro”, sostiene.