El oeste de la provincia del Chaco, una zona que ha experimentado un gran desarrollo agropecuario en los últimos 20 años, enfrentó una situación crítica debido a la sequía extrema, que recibieron recién el pasado sábado algunas lluvias que comenzarán a cambiar al menos las pasturas naturales para la ganadería, aunque ya para cultivos como algodón, soja y maíz, ya es tarde porque las pérdidas son irreparables.
Regiones como Pampa del Infierno y Los Frentones, conocidas por su producción agrícola, han sido duramente golpeadas por las condiciones climáticas adversas.
Para analizar este panorama, en diálogo con Agroperfiles, el ingeniero agrónomo Lucas Vicentín compartió su evaluación sobre el impacto en los cultivos y las perspectivas para la próxima campaña.
UNA SEQUÍA QUE NO DIO TREGUA.
“El clima no ha sido ajeno a este patrón de sequía que se viene dando en los últimos tres años, pero en los dos últimos se acentuó aún más”, explicó Vicentín. “Si bien en 2023 hubo sequía, las altas temperaturas hicieron que los cultivos colapsaran en marzo en cuestión de 20 días. Este año, el proceso fue más largo y la situación se agravó”

Desde la última lluvia significativa, registrada entre el 24 y el 28 de enero, solo ha habido chaparrones aislados que no lograron aliviar el déficit hídrico. Recientemente hubo precipitaciones este fin de semana que no alcanzan a cubrir los déficit hídricos.
“En casi 50 días, no habíamos superado los 15 a 20 mm de lluvia acumulada, lo que, sumado a temperaturas extremas, ha generado un estrés severo en los cultivos”, señaló.
LOS CULTIVOS MÁS AFECTADOS.
Según Vicentín, el algodón ha sido el más perjudicado. “Las altas temperaturas y la falta de humedad afectaron al cultivo en una etapa crítica de su desarrollo. La mayoría de los lotes se sembraron entre finales de noviembre y principios de diciembre, por lo que la demanda hídrica era muy alta en esta etapa, y el estrés climático impidió que completara su ciclo productivo”.
El maíz y la soja también sufrieron pérdidas significativas. “En el caso del maíz, muchas plantas se ven verdes, pero sin espigas o sin granos, lo que indica que hubo una falla en la fecundación debido a las altas temperaturas durante el período crítico. En la soja, los cultivos sembrados antes de diciembre fueron los más afectados, mientras que algunos lotes sembrados en enero aún podrían ser cosechables, aunque con rendimientos bajos”, explicó.
En cuanto al sorgo, Vicentín destacó que su impacto es menor en la región porque se utiliza más como cobertura de suelo.
¿TRIGO O GIRASOL? EL DILEMA DE LA PRÓXIMA CAMPAÑA.
Con este panorama, la gran pregunta es qué cultivos podrán implantarse en la próxima campaña. “Antes de definir si se sembrará trigo o girasol, es fundamental que lleguen lluvias importantes en los próximos meses”, advirtió Vicentín.
El problema radica en el régimen de lluvias del Chaco, que entre mayo y septiembre suele registrar precipitaciones escasas. “Para sembrar trigo con una base sólida, el suelo debería contar con al menos 100 a 150 mm de humedad acumulada, lo que implica que deberían llover entre 250 y 300 mm en los próximos dos meses, algo que hoy parece poco probable”, señaló.
En el caso del girasol, la situación es más flexible. “El girasol necesita menos agua acumulada, ya que ingresa en su período crítico en septiembre-octubre, cuando en teoría comienzan a mejorar las lluvias. Sin embargo, también es clave contar con humedad superficial suficiente para la siembra en agosto”.
DECISIONES CLAVES PARA LOS PRODUCTORES.
Frente a este escenario, el ingeniero agrónomo enfatizó la importancia de tomar decisiones con cautela y precisión técnica. “No se puede sembrar trigo con apenas 40 mm de lluvia caída. La desesperación por cubrir los lotes puede llevar a decisiones apresuradas, y lo que hoy parece una solución podría convertirse en un problema mayor en pocos meses”, advirtió.
Por ahora, los productores de la región mantienen la expectativa en torno a las lluvias pronosticadas para el fin de semana, con la esperanza de que puedan marcar el inicio de una recuperación. “Entrar al otoño sin lluvias es una señal preocupante. Necesitamos un cambio en el clima para poder planificar la próxima campaña con mayor certidumbre, porque en realidad estas lluvias de este fin de semana son mínimas con respecto a lo que necesitamos para enfrentar los nuevos desafíos”, concluyó Vicentín.