Co-construyendo una nueva utopía en torno a la Bioeconomía

En la Argentina de mediados del siglo XIX vivían más del 80% de pobres, valor igual a la media mundial en un país aún en construcción, desordenado y que se había dado una nueva y consensuada Constitución que estableció un sistema representativo, republicano y federal, sobre las Bases liberales tanto en lo político como en lo económico de Alberdi.

Por Fernando Vilella para Mitre y el Campo

El primer censo de Sarmiento hacia 1869 indica que el 80 % de los 2 millones era analfabeto y junto a muy pocos que habían ido a estudiar a Europa la proto agronomía que se estaba fundando y que luego crearían una institución como la Sociedad Rural Argentina. Empresarios e inmigrantes rurales ya estaban ajustando hacía tiempo sus producciones a las condiciones agroecológicas, políticas y comerciales locales. A ese escenario se sumaba una creciente demanda mundial de alimentos producto de la Revolución Industrial europea que necesitaba alimentar a los obreros que abandonando el campo migraban y dejaban de producir sus alimentos mientras se multiplicaban rápidamente. Argentina fue el destino de grandes inversiones en la infraestructura más moderna, con ferrocarriles, telégrafos, y contrato científicos y técnicos del mayor nivel.

Los dirigentes de todas las áreas decidieron llevar adelante una Utopía, crear un país moderno, conectado al mundo, más poblado, educado y con calidad de vida por encima de los estándares mundiales. Lo lograron en muy pocas décadas.

Hoy estamos en una nación con una educación alejada de la modernidad perdiendo posiciones frente al resto de los vecinos, más de la mitad de los niños pobres, una economía estancada hace más de una década, sin reservas y mendigando ayuda, siendo uno de los muy pocos países del mundo decreciendo en el PBI per cápita, comercialmente cada vez más aislados, con una sociedad muy dividida y sin un proyecto en común.

Podemos preguntarnos si estamos en condiciones de reconfigurar el fracaso generando un Plan País que contenga a todas las personas y todos los territorios en una nueva Utopía que vuelva a poner a nuestro país entre los destacados y elegidos. Creo que sí.

Una prueba de que es posible es lo que vivimos esta semana en el Congreso de Maizar. Allí se confirmó a la bioeconomía como un ecosistema que reúne muchos requisitos aptos para ser la parte de la solución. En el encuentro hubo 100 expositores nacionales e internacionales de relevancia, cinco salas simultaneas, un expresidente y candidatos a serlo, o a ser diputado, un senador nacional exgobernador, tres ministros provinciales, casi 2000 asistentes presenciales, más de 1500 por internet, 61 auspiciantes, 87 instituciones todos bajo el lema COCREANDO la BIOECONOMIA.

Muchos y variados puntos de vista que acuerdan en lo esencial, y es la enorme posibilidad que nos está dando nuevamente el mundo. Un planeta que requiere cuidados y una población global en crecimiento tanto en cantidad como en sus hábitos de consumo. No solo se requiere abundante generación de biomasa, sino de mayor calidad con un condicionante transversal en toda actividad y es cuidar el ambiente y demostrar que lo hacemos.

Y que mejor respuesta a ello que haber incubado y tener ya disponible un sistema productivo que genera productos de baja huella ambiental. Algunos psicólogos dicen que cuando nos animamos a preguntar ya prevemos alguna respuesta y cuando Maizar se propuso actualizar la huella de carbono del maíz les pregunta a expertos del INTA e INTI si teníamos la menor huella para el cultivo que por mucho más se cosecha en el mundo, el maíz, y la respuesta fue la esperada y efectivamente es el de menor huella de carbono del mundo, muy por debajo de nuestros competidores. Lo esperábamos porque ya sabíamos que entre muchos ejemplos el trigo o el pollo argentino tienen ese comportamiento.

Ese maíz que puede generar múltiples productos, siendo argentino transmitirá esa condición a lo que se elabore con él. Y muchos ejemplos se escucharon desde el traje o las zapatillas con suela de bioplástico de maíz que usó el presidente de MAIZAR, Pedro Vigneau, o los ejemplos del etanol argentino ingresando a la Unión Europea, o tecnología argentina en plantas de etanol que se vende en EE. UU. Todo producto de un bioclúster que vimos en paneles sobre tecnología de última generación en semillas, agtech, bioinsumos. También una actividad con la cooperación alemana producto de un taller sobre Agricultura Inteligente. La presentación de la reedición de un libro central sobre ecofisiología, fundamental como insertarse en la nueva realidad de relaciones internacionales o el futuro del MERCOSUR. Los temas financieros frente a una nueva cosecha sin capital de trabajo o como acoplar Vaca Viva y Vaca Muerta en ganar-ganar. Si bien hay intereses puntuales diferentes hubo conciencia de la necesidad de que a todos les vaya bien, estamos en el mismo barco los de primera clase y los de la bodega más profunda.

Un rasgo relevante de la bieoconomía como enfoque geopolítico incluye la ocupación efectiva del territorio con actividades que requieren mucho conocimiento de frontera en donde se genera la biomasa y que este trabajo incluye a todos los niveles de educación, es decir cantidad y calidad.

Un rasgo relevante y esperanzador fue la presencia mayoritaria de jóvenes muy activos, tanto en su propia sala donde programaron y llevaron adelante su agenda, sino también en cada una de los paneles y actividades, marcando la vitalidad y fortaleza de esta nueva bieoconomía fuerte y pujante.

Para ser coherentes con el mensaje que buscamos instalar, este congreso ha sido Carbono Neutro, ya que calculamos todas emisiones generadas por el mismo incluyendo el traslado de oradores y participantes y luego las emisiones se compensaron con bonos de carbono certificados internacionalmente por Carbón Neutral Plus, otro derivado de la industria del etanol.

Este año tan especial apostamos con una posibilidad de cambio sustantivo, no solo por lo que los dirigentes propongan sino por la presión que desde abajo se está construyendo en búsqueda de soluciones reales y equipos que las lleven adelante. En Maizar se sentía una energía y vitalidad muy fuerte y estimulante. Muchos y de diferentes orientaciones apostando por un futuro común mejor, y como en el bioclúster del maíz que sea co-construido por todos, con cada uno aportando su saber experto o su energía o ganas de salir, también su vocación de darnos una realidad diferente incluyente. Permítanme pensar con esperanza que quizás estemos en el momento de parir una nueva Utopía, hagámoslo.