El ingeniero Carlos Caram, empresario textil chaqueño con vasta experiencia en el sector algodonero, dialogó con Agroperfiles Radio y brindó un análisis detallado sobre la actualidad de la campaña algodonera 2024/2025.
La combinación de factores climáticos extremos, altos costos productivos, dificultades para acceder a financiamiento y una industria hilandera que no convalida aumentos de precios, configuran según Caram, “uno de los peores años que nos ha tocado vivir”.
Clima extremo y calidad de fibra deteriorada.
“La campaña ha sido muy complicada para los productores”, comenzó Caram. La gravísima sequía sumada al estrés calórico, con temperaturas altísimas tanto en Chaco como en Santiago del Estero y el norte de Santa Fe, impactaron de lleno en los cultivos. “Eso afectó la cantidad y la calidad de fibra obtenida”, explicó, agregando que “muchos productores del centro del Chaco directamente tuvieron cosechas perdidas. Se levantaron apenas 300 kilos de fibra por hectárea (unos 1.000 kgs. de algodón en bruto promedio) o algo más.

Los capullos pequeños y mal formados resultaron en fibra de baja calidad hilandera: corta longitud y baja resistencia. “Más del 80% de la producción de la provincia del Chaco fue baja. En muchos casos tuvimos que salir a buscar fibra de buena calidad fuera del Chaco”, detalló.
Según explicó el empresario, la fibra C1/2 con 27,8 mm de longitud (para cumplir con los estándares de cámara), directamente no se encontró en la producción chaqueña de este ciclo. “Los calores de febrero dejaron los cultivos en estado de estrés, lo que hizo imposible el desarrollo de fibra de calidad”, lamentó.
Altos costos, tasas elevadas y compromisos financieros.
A la crítica situación productiva se suma una compleja realidad económica. “El precio de la fibra no acompañó el alza de los costos. Y esta no es una campaña aislada, ya es la segunda consecutiva con resultados negativos”, advirtió Caram.
Muchos productores, recordó, se encuentran ahora en el momento de cumplir compromisos asumidos con las dificultades que tuvieron a campo y créditos a tasas elevadas. “Estamos frente a un sistema productivo muy golpeado. Y por otro lado, la industria también está complicada”, afirmó.
La industria hilandera también sufre presiones.
Consultado sobre la situación del mercado, Caram remarcó que “para sacar buen precio necesitamos venderle a la industria hilandera, que necesita buenos parámetros de laboratorio, no sólo Grado Comercial. En ese sentido, aclaró que las regiones que están logrando ofrecer ese tipo de calidad son el sur de Santiago del Estero y zonas de riego como La Banda, que tienen pequeños pero significativos volúmenes de fibra.
La industria hilandera también enfrenta una presión importante. “Si bien el precio de la fibra es el mismo desde noviembre del año pasado, aumentaron las tarifas de energía, servicios, los costos laborales y los arreglos sindicales, y no ha aumentado el precio de su producto: el Hilado. El mercado no convalida aumentos. No pueden trasladar los costos a precio”. Hay quienes te dicen: ‘¿cuántos gramos de fibra tiene una remera o un jean?’ Pero eso es un razonamiento erróneo: Nuestro cliente es la industria hilandera, y para ella el costo de la materia prima representa más del 40% del precio del producto”, aclaró.
Exportación: una opción poco rentable.
Sobre el impacto de la apertura a las importaciones, Caram reconoció que, aunque los medios informan sobre un “boom importador”, él no lo ve reflejado en su experiencia diaria. “A mí los industriales me están llamando. Están comprando, peleando precios, buscando calidad, pero están comprando. También recibo llamados del exterior para comprar fibra argentina”, señaló.
La fibra argentina, explicó, tiene un precio más bajo porque su calidad no se equipara con la de Estados Unidos o Brasil. “La buena fibra se consume acá; lo que se exporta es lo que no se puede utilizar localmente. Pero el precio de exportación no cierra”, advirtió.
“Si en el mercado interno el precio de cámara de un grado C 1/2 es de 1650 pesos, exportarlo me dejaría, con suerte, 1,20 dólares, es decir, unos 1350 pesos. Y eso si hablamos de buena fibra. En el caso de fibras de baja resistencia y longitud, el precio cae a 1 dólar. Independientemente del grado. Es decir, estamos hablando de valores muy por debajo del mercado local”, explicó.
Una mirada cruda pero realista.
Caram cerró su análisis con una advertencia: “No miremos tanto el precio, un peso más o menos por kilo de fibra, sino la seguridad de cobro. Porque todo el sistema está muy golpeado: el agrícola, la industria semillera, la maquinaria, la hilandera… todos están en el medio de un sándwich que aprieta por arriba y por abajo”.
Finalmente, reconoció que no son buenas noticias, pero es la realidad. “La situación es complicada. Me gustaría darte un panorama distinto, pero así están las cosas”, concluyó.