UN PRESENTE GRIEGO PARA ETCHEVEHERE

“…Etchevehere tendrá que lidiar, de entrada, con una pesada mochila: los grandes temas del sector se definen en otras áreas. ¿Podrá revertirlo? ¿Querrá?”,  se pregunta Héctor Huergo en su columna de Clarín Rural. Una interesante opinión a tener en cuenta.

Flaco favor le hizo el gobierno al recién nombrado Ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Antes de asumir, recibió un presente griego: impuestos a varios productos clave para las economías regionales (azúcar y vinos en particular), y un castigo letal para la industria de los biocombustibles.

El gobierno sabe que nunca va a tener más poder que en los primeros días del resonante triunfo electoral, y la angustia fiscal impuso su impronta. Los tiempos políticos no consideraron el matiz del recambio ministerial. Respira aliviado Ricardo Buryaile, el ministro saliente. Sus ex pares de Hacienda y Energía estarán pensando “el primer chico en casa”.

Y Etchevehere tendrá que lidiar, de entrada, con una pesada mochila: los grandes temas del sector se definen en otras áreas. ¿Podrá revertirlo? ¿Querrá? Su principal capital es su excelente relación con el presidente Mauricio Macri. Tendrá que consumir parte de sus cartuchos en una batalla inesperada. Sabe también que no tiene el as de espadas para dar vuelta la mano.

En el caso del vino y el azúcar, el paquete vino con un moño inesperado: los comentarios justificando la gabela con el argumento de lo saludable, con lo que más allá de que la medida avance en el Congreso (difícil), ya se infligió un severo daño a ambas cadenas. Si los impuestos prosperan, el castigo será doble. Al impacto directo en el consumo generado por el encarecimiento, se suma el efecto de una campaña implícita en los dichos de encumbrados funcionarios de Economía.

Es además muy peligroso que se eche mano a argumentos de salud pública para encubrir el afán(o) recaudatorio. Una cosa es hacer campaña contra el abuso de ciertos alimentos y bebidas desde las áreas pertinentes, y otra es que desde Hacienda se apostrofe contra el consumo de vino o bebidas azucaradas.

¿Por qué no meterle un impuesto a la hamburguesa en nombre del colesterol? Más ideas: tasa a la harina y sus derivados, porque Cormillot dice que engordan. Otra al kiwi porque es alergénico para algunos. Gravar la batata porque produce flatulencias calientes, y a la papa frita porque es peor que la papa hervida. A la milanesa de soja porque viene con genes.

A los azucareros les pegó por partida doble. Además del castigo fiscal, está la rebaja brutal del precio del etanol: un 15% ahora y otro 15% dentro de tres meses al proveniente de la caña de azúcar, y un 22% al que viene del maíz. Recordemos que el maíz es también la materia prima del jarabe de fructosa, que compite con el azúcar de caña como edulcorante de las bebidas cola.

Una doble Nelson que se inscribe en el persistente esfuerzo por destruir la industria de biocombustibles, que había sobrevivido en la angustiante selva K. Para completar el apriete, también se redujo un 4% el precio del biodiésel para el mercado interno, castigando a decenas de pymes del interior que lo abastecen.

Y todo apenas una semana después del apurado aumento del 10% en los combustibles en surtidor el primer día luego del triunfo electoral. También hubo rumores acerca de un posible aumento de las retenciones a la exportación de biodiésel, como forma de “superar” el conflicto con EE.UU. Sería terrible.

Recibí estas noticias cuando me bajaba del avión, volviendo de Turín, donde FPT Industrial (empresa de CNH) presentaba una línea de motores a gas. La “prima donna” era su futurista tractor a biogás, una vuelta de tuerca en el objetivo de un mundo de menos emisiones y con una matriz de energía y combustibles más abierta y diversificada. El biogás implica la valorización de residuos de explotaciones intensivas (bosta) y de cultivos energéticos, en particular el maíz para silo.

Veremos en los próximos días si estos temas formarán, o no, parte de la agenda del flamante ministro de Agroindustria.

 

 

 

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