Giancarlo Langelotti, productor agropecuario de la zona de Mesón de Fierro, expresó su preocupación ante una posible sobreoferta de alfalfa que podría registrarse en los próximos meses debido al creciente interés de pequeños productores en este cultivo.
“Lo que pasa es que la agricultura no está funcionando bien para los pequeños productores, los que tienen 20, 30, 40 hectáreas. Entonces, como no les alcanza, muchos están volcando sus esfuerzos a la alfalfa”, explicó Langelotti en diálogo con Agroperfiles.

Sin embargo, advirtió que esta tendencia podría derivar en un exceso de stock, con la consiguiente caída de precios, especialmente si no se cuenta con las herramientas necesarias para aprovechar esa producción. “En el verano se vendió casi toda la producción de rollos, que usualmente se empieza a mover en agosto. Eso marca lo complicado que viene estando el tema forrajero”, agregó.
Diversificación y falta de asesoramiento.
Langelotti señaló que, ante la falta de lluvias y las altas temperaturas del verano, debió tomar decisiones alternativas en su propio campo. “Lo poco que hice de soja, lo terminé tumbando y sembré alfalfa. En otro lote sembré trébol, algo que no se hace mucho en la zona. También probé con vicia para cosecha y moha. Este año coseché moha y se vendieron todos los rollos en pleno verano”, comentó.
También hizo hincapié en la necesidad de fomentar una cultura de previsión en la ganadería. “El productor ganadero debería guardar parte de la ganancia en reservas como rollos, vicia, semillas o maíz. Si comprás en verano, pagás entre un 15 o 20% menos”, explicó.
La zona y el desafío de organizarse.
La región que comprende desde Villa Ángela hasta Pinedo y hacia el norte hasta Corzuela es, según Langelotti, una de las más aptas para la producción de alfalfa. Aunque también se cultiva en zonas como Sáenz Peña, Tres Isletas o Castelli, allí es menos frecuente.
Frente al panorama actual, el productor de Mesón de Fierro consideró que una alternativa clave sería conformar cooperativas de trabajo, aunque reconoció que “muchas veces los productores no se ponen de acuerdo, y a eso se suman las trabas gubernamentales que dificultan, por ejemplo, la exportación de alfalfa”.
Además, resaltó que hay empresas que están logrando exportar, lo cual muestra que el potencial está, pero que falta organización, previsión y acompañamiento para evitar caer en ciclos de sobreoferta y precios deprimidos.
“El problema no es el pez grande, somos los chicos que fallamos entre nosotros”.
Giancarlo señaló que el problema de fondo no es solamente la sobreoferta, sino también la falta de organización y visión a largo plazo entre los pequeños productores.

“Nosotros en el norte podríamos exportar a Paraguay, Brasil o Bolivia”, explicó Langelotti. “Los que están en Córdoba, por ejemplo, exportan a Dubái, a Emiratos Árabes y otros lugares, pero para eso se necesita volumen: no menos de 2.000 hectáreas. Y además infraestructura, porque tenés que almacenar, enfardar en mega, preparar containers… mientras tanto, esa mercadería tiene que estar parada y no se puede pudrir”.
Actualmente, el pequeño productor se ve obligado a vender del campo, muchas veces hasta 300 pesos menos por rollo, simplemente para hacerse del efectivo. “Lo ideal sería poder retener esa mercadería, pero muchos no pueden, tienen que pagar el servicio de enfardado o de rollos, y algunos no tienen maquinaria propia. Entonces, largan como sea”, lamentó.
El desafío de la mentalidad colectiva.
Consultado sobre por qué cuesta tanto formar asociaciones o cooperativas, Langelotti fue claro: “El productor chaqueño es muy duro. Es muy difícil cambiar esa mentalidad. El grande no se come al chico; el grande ya tiene su estructura, sus clientes, su logística. El problema somos nosotros, que muchas veces nos hacemos fallar entre nosotros mismos”.
Con una mirada autocrítica, agregó: “Yo también he tenido que largar producción por menos plata. No somos los únicos. El problema es que no hay una cultura de organización. En otras provincias lo han entendido mejor: se agrupan, se fortalecen y negocian como un solo bloque”.
El productor también explicó que el que logra tener su propio camión, pagar el servicio de enfardado y repartir la mercadería, logra equilibrar costos y salir ganando, pero eso requiere tiempo, visión empresarial y logística. “No es solo subirse a la maquinaria, hay que pensar estratégicamente”, indicó.
Remarcó que no todo es sembrar y vender: “Si la alfalfa no está en condiciones, no sirve. Por eso también hay que tener conocimiento técnico, asesoramiento y entender bien los tiempos y calidades del cultivo”.
“El cambio real va a venir con las nuevas generaciones que entiendan el trabajo colectivo”.
En el cierre de la entrevista, Giancarlo Langelotti profundizó sobre la gran deuda pendiente que tiene el sector productivo chaqueño: la falta de compromiso y visión a largo plazo para organizarse en forma colectiva.
Recordó que hace un tiempo una empresa privada intentó armar algo con productores, pero todo se cayó por la escasa participación. “Había que reunir a 50 personas y se presentaban 10. Eso a las empresas no les sirve. Te dejan colgado porque ven que no hay compromiso”, señaló.
La urgencia del cambio cultural.
Langelotti fue claro al señalar que el principal obstáculo no es técnico ni económico, sino cultural: “La gente quiere vender al toque, sacar la plata rápido, no espera. Y si hay que guardar mercadería 10 o 15 días para una exportación, no tienen paciencia. Prefieren largarla a 200 pesos más sin pensar en el largo plazo”.
Finalmente, agradeció la oportunidad de contar lo que viven los productores de alfalfa: “Es un mundo al que no le damos bolilla, pero hay muchas familias que viven de esto. No es solo forraje: es trabajo, es movimiento, es economía regional. Gracias por visibilizarlo”.