En diálogo con el programa radial Agroperfiles Radio, el ingeniero agrónomo Jaime Coronel, técnico referente en la zona de La Banda, al este de Santiago del Estero, ofreció un panorama detallado sobre el avance de la cosecha algodonera en esa región, contrastando con lo que ocurre en provincias vecinas como Chaco y el norte de Santa Fe, donde los ciclos productivos son muy distintos debido a las condiciones climáticas.
UNA COSECHA QUE RECIÉN COMIENZA.
Mientras en la provincia del Chaco quedan pocos lotes por cosechar, en Santiago del Estero la cosecha recién comienza. “La foto de hoy muestra una realidad muy distinta a la del Chaco”, expresó Coronel. “En la zona de riego estamos empezando la cosecha, aunque con niveles de avance muy bajos, entre un 15% y 20%, y con rendimientos que varían ampliamente, desde 1.500 hasta 3.000 kilos en bruto por hectárea”.
Uno de los principales factores que condiciona el inicio de la cosecha es el clima. La falta de días soleados y de viento norte, fundamentales para una correcta defoliación, ha generado complicaciones. “Tenemos una mala defoliación, con lotes rebrotados, presencia de hojas y condiciones poco ideales para entrar a cosechar. Esto podría deteriorar la calidad si se prolonga”, explicó.
EXPECTATIVAS DE RENDIMIENTO: MUCHA VARIABILIDAD.
La campaña algodonera en Santiago presenta una gran heterogeneidad. “Si hablamos de rendimiento en bruto, hay de todo. La desuniformidad es muy marcada, sobre todo en la zona de riego, donde inciden muchas variables”, señaló Coronel. Entre estas variables, destacó: la fecha de siembra (que varió entre septiembre y diciembre), los distintos distanciamientos entre hileras, la aparición de nuevas variedades (como Porá Guaraní de INTA), el tipo de sistema de cosecha (picker o stripper), y la distribución irregular de las precipitaciones.
“El promedio estimado de rinde, en bruto, puede estar entre los 1.800 y 2.000 kilos. Existen lotes excepcionales que superan los 3.000, pero son los menos”, afirmó.

CONDICIONES AMBIENTALES: SIN LLUVIAS, PERO CON NUBOSIDAD.
Aunque la región no atraviesa lluvias intensas, los días nublados y con temperaturas altas no favorecen la tarea de campo. “Por ahora no hay lluvias fuertes como en otras campañas, lo cual es positivo para el algodón. Pero seguimos con días sin sol, lo cual complica la defoliación y la cosecha”, remarcó el técnico.
Desafíos estructurales: el nuevo paradigma productivo.
Más allá del panorama coyuntural, Coronel fue contundente al señalar los desafíos de fondo que enfrenta la producción algodonera en la zona de riego. “Es un nuevo paradigma. Hacer agricultura bajo riego no es lo mismo que en secano”, afirmó. Mientras que en zonas como el Chaco o Quimilí se puede hacer siembra directa en secano con precipitaciones anuales de entre 600 y 900 milímetros, en la zona de riego las lluvias promedian apenas entre 450 y 500 mm.
“Un cultivo de algodón que rinde 2.500 kilos necesita unos 700 mm en todo su ciclo. Es decir que, sin riego, es inviable”, explicó Coronel. Además, los suelos en la zona de riego tienen décadas de agricultura convencional, muchas veces sin rotaciones y con estructuras degradadas. “Pasar de eso a una siembra directa exitosa requiere años de trabajo y reconstrucción del suelo”, dijo.
LA CLAVE: ROTACIONES Y DIVERSIFICACIÓN.
Para el ingeniero Coronel, es urgente que los productores adopten nuevas prácticas. “Hay que cambiar la forma de manejar los campos. Es necesario incorporar rotaciones con maíz, sorgo, y cultivos de invierno como trigo, avena, cebada negra, triticale o vicia, que se adaptan muy bien a esta zona. Estas prácticas no solo ayudan al suelo, sino que permiten pensar en una agricultura sostenible”, aseguró.
El desafío, sin embargo, no es solo técnico, sino también económico. “Todo lo que uno sueña agronómicamente tiene que ser viable financieramente. No siempre se da esa ecuación, y es ahí donde muchos productores se detienen”, reconoció.
CONTROL DE PLAGAS: UNA CAMPAÑA CON MÁS PREVENCIÓN.
Finalmente, consultado sobre el manejo sanitario del cultivo, Coronel afirmó que esta campaña se realizó un mayor seguimiento y prevención frente a plagas clásicas como el picudo del algodón y la chinche, además de nuevas amenazas que se incorporan con el tiempo. “Hubo más cuidados, y eso es clave. Porque todo lo que se pierde por no cuidar el cultivo es mucho más costoso que invertir en una buena estrategia de control”, concluyó.