En una entrevista con Agroperfiles Radio, Javier Preciado Patiño , consultor y ex funcionario de la secretaria de ganadería y pesca de la nación, analizó el complejo panorama que enfrenta la producción de soja en Argentina. Con un clima extremo que afecta los cultivos y un mercado global que impone nuevos desafíos, los productores argentinos deben adaptarse a un escenario cada vez más volátil.
SEQUÍA Y OLA DE CALOR: UN GOLPE A LA PRODUCCIÓN SOJERA
Los productores chaqueños atraviesan un momento crítico debido a la falta de lluvias y las elevadas temperaturas, lo que ha impactado gravemente en los cultivos de soja.
Chaco cuenta con aproximadamente 600.000 hectáreas sembradas con soja, pero la combinación de temperaturas extremas y falta de lluvias ha puesto en riesgo una parte importante de la producción. “El clima ha sido determinante en el desarrollo de la soja en esta campaña. Si bien algunas regiones han logrado avanzar con buenos rendimientos, en otras las pérdidas son irreversibles”, advirtió Patiño.

El especialista destacó que este tipo de eventos climáticos extremos no son una novedad y que el sector agropecuario debe prepararse para convivir con temperaturas más altas durante los veranos. “En Brasil ocurre algo similar y es un fenómeno que va a ser cada vez más recurrente. El desafío es cómo adaptar nuestros sistemas productivos a estas nuevas condiciones”, agregó.
EL MERCADO DE LA SOJA: VENTAS Y MOLIENDA EN NÚMEROS
A pesar del impacto climático, las cifras de comercialización muestran que la soja argentina mantiene un ritmo sostenido de ventas. En enero, la industria aceitera molió 2.840.000 toneladas de soja, un número considerado alto para esa época del año. “Normalmente, en enero la molienda suele bajar debido a la menor disponibilidad de materia prima y a las paradas técnicas de las plantas industriales. Sin embargo, la demanda global de aceites vegetales ha sostenido la actividad”, explicó Patiño.
En febrero, las ventas de soja se mantuvieron en torno a las 120.000 toneladas diarias, lo que podría llevar a un total mensual de entre 2.800.000 y 2.900.000 toneladas. “Este es un buen número para la época, pero no hubo una explosión de ventas como algunos esperaban con la baja temporal de las retenciones”, indicó el experto.
El Gobierno nacional implementó una reducción del 33% al 26% en los derechos de exportación de la soja, pero este beneficio no se reflejó en un aumento masivo de ventas. “En otros momentos, cuando hubo incentivos similares, se vieron picos de comercialización muy superiores. Por ejemplo, en septiembre de 2022, con el primer dólar soja, se vendieron entre 12 y 13 millones de toneladas, y en diciembre de 2023, tras la devaluación del nuevo gobierno, hubo un récord de 17 millones de toneladas comercializadas”, comparó Javier.
Uno de los factores que podría explicar esta reacción moderada del mercado es la disponibilidad real de soja en el país. “Mi intuición es que no había tanta soja dando vueltas como se suponía. La campaña pasada fue muy buena en producción, pero veníamos de una 2021-22 con una sequía feroz y stocks muy bajos. Posiblemente estemos ingresando a la campaña 2024-25 con reservas menores a las estimadas”, detalló.
ARGENTINA EN EL MERCADO GLOBAL: EL AVANCE DE BRASIL Y LA NECESIDAD DE POLÍTICAS ESTRATÉGICAS
Argentina históricamente ha sido un actor clave en el mercado mundial de la soja, pero enfrenta una creciente competencia por parte de Brasil y Estados Unidos. “Hace una década, el rendimiento promedio de soja en Argentina era 300 kilos superior al de Brasil. Hoy, la situación se invirtió y Brasil está 300 kilos arriba”, alertó Patiño.
El país vecino no solo ha aumentado su producción, sino que también ha mejorado su capacidad industrial, procesando y exportando cada vez más harina de soja, un producto en el que Argentina tenía una posición dominante. “Si nuestra dirigencia política no hace nada en los próximos cuatro o cinco años, la relevancia de nuestro país en el mercado global se verá seriamente afectada”, advirtió el especialista.
Además de los desafíos climáticos y productivos, Pereda Patiño remarcó la necesidad de cambiar la visión política y social sobre el sector agropecuario. “No puede ser que la palabra ‘sojero’ se use en términos despectivos cuando la soja es el principal complejo exportador del país, generando entre 20.000 y 30.000 millones de dólares al año. Necesitamos una mirada federal y productiva en la conducción económica”, sostuvo.
Uno de los temas más críticos en este contexto es el acceso a tecnología y mejoramiento genético. “Brasil ha logrado mejorar sus rendimientos porque invierte en semillas de alto rendimiento. En Argentina, en cambio, seguimos debatiendo si hay que pagar por la propiedad intelectual de la genética. Si no se reconoce ese valor, las empresas no van a traer nuevas tecnologías y vamos a quedar rezagados”, explicó Preciado Patiño.
En este sentido, el especialista destacó que es fundamental que los productores y la industria adopten una nueva mentalidad en cuanto a la inversión en semillas mejoradas. “No podemos seguir con la idea de que el uso propio es un derecho inamovible. Si no pagamos por la tecnología, no hay incentivo para que haya mejoradores en Argentina y, de hecho, muchos ya se fueron a Brasil”, alertó.
EL FUTURO DE LA SOJA EN ARGENTINA
El sector sojero enfrenta múltiples desafíos que van desde el impacto del clima hasta la competencia global y las políticas internas. Adaptarse a estos cambios será clave para mantener la competitividad del país en el mercado internacional.
“Si queremos que Argentina siga siendo un actor relevante en el comercio global de la soja, necesitamos decisiones estratégicas y un cambio en la forma en que pensamos el sector. No podemos darnos el lujo de descuidar la gallina de los huevos de oro”, concluyó preciado Patiño.